Pero, ¿cuál es momento en que una fiesta se hace popular y pasa a contar con fama a gran escala? El primer requisito suele estar en el contexto histórico. Toda gran festividad debe tener su origen en un momento cumbre del pasado que se sublima con un acto conmemorativo e históricamente importante.Además, se debe dar un vuelco a dichas fiestas para lograr divertir a los asistentes. ¿Y cómo se divierte al público? Pues con bebida y productos típicos la tarea es más sencilla, y España va bien servida de eso. Y, claro, con el estómago lleno de productos y bebidas típicas, las ganas de pasarlo bien van siempre en aumento. Otro factor importante para que la festividad cuaje a nivel internacional es algún requisito que permita al forastero la posibilidad de implicarse. Detalles como alguna vestimenta o ropaje tradicional, por ejemplo, que consigan que el público se sienta enseguida parte importante de la fiesta para que luego las den conocer mediante el boca a boca.
Uno de los lugares de la Península que cumple con esas premisas es Galicia. Sus fiestas tradicionales han ido ganando peso paulatinamente, tanto a nivel nacional como internacional. De hecho, festividades como la Arribada de Baiona como la Reconquista de Vigo han sido ya incluidas en una lista de GoEuro de fiestas divertidas, escogidas entre las 10 mejores fiestas de España e incluyéndolas de interés turístico gracias a su peculiaridad y simpatía.
La Arribada de Baiona —Pontevedra— conmemora la llegada de la carabela Pinta, que trajo consigo el descubrimiento de América. La fiesta es siempre un regreso al pasado en que los asistentes retroceden varios siglos, adecuando incluso sus vestimentas. Tampoco falta nunca la buena comida, como carnes asadas, choripán o filloas. Además, a la organización se le ha metido entre ceja y ceja lograr el distintivo de Fiesta de Interés Internacional, algo que no tardará en llegar si se mantienen los índices de crecimiento de los últimos años.
La Reconquista de Vigo, por su parte, homenajea un alzamiento que echó a las tropas napoleónicas de la ciudad en 1809. Para tal cometido, hay que disfrazarse de francés o de vigués, siempre con ropa de época. Todo ese ambiente lúdico se ve complementado con un mercado en que se venden todo tipo de productos de la tierra entre los que destacan las nécoras, la empanada o los licores tradicionales. El punto culminante llega siempre con la recreación del derribo de la puerta de la villa, en la Calle de la Gamboa.