Más de 18.000 profesionales sociosanitarios cuidaron a los usuarios de residencias durante la pandemia

El tiempo pasa y en esta vida ocurren cosas vividas no hace mucho que aunque para muchos parecen historias lejanas,siempre quedarán en el recuerdo. Hace apenas unos meses las residencias de mayores y personas con discapacidad eran una preocupante noticia, encogían el corazón de la ciudadanía. Las personas que allí residían preocupaban a toda la sociedad ante un virus traidor que atacaba al más vulnerable.

Verdaderos héroes

Una situación que implicó centrar todos los esfuerzos en su protección y que conllevó convertir estas instalaciones en auténticas fortalezas en las que nadie podía entrar ni salir sin una causa justificada, los allí residentes quedaron aislados de la sociedad, sin contacto personal con sus familiares y amigos . Ellos fueron los protagonistas y verdaderos héroes , que tras una vida de esfuerzos no imaginaban tener que vivir esta última batalla, pero también sus cuidadores, un personal sociosanitario que puso sus días a disposición de los que más necesitaban apoyo y cuidado., horas, días, de entrega al prójimo siguiendo la máxima de «ama al prójimo como a ti mismo».

La organización de un centro sociosanitario se convirtió en un ejercicio de precisión. “Turnos para comer, respetar los protocolos sanitarios, realizar pruebas constantes, coordinar la comunicación entre departamentos, cuadrar los horarios de visitas cuando era posible y, todo, sin olvidar la parte más humana y emocional de un momento como este”. Así relata Javier Vázquez su experiencia al mando de la residencia pública As Gándaras, en Lugo. Vázquez, hoy jefe territorial de la Consellería de Política Social, asumía la dirección del centro lucense en julio de 2020. “Cogí las riendas de la residencia en un punto muy duro. Fueron momentos de mucha ansiedad, pero esa ansiedad te hacía estar activo. El trabajo en equipo y un alto nivel de implicación por parte de los profesionales permitieron que no tuviéramos ningún caso entre los residentes”, señala.

La parte oculta y a veces desconocida

En Galicia existen más de 18.000 trabajadores sociosanitarios que cuidan a 22.000 personas mayores y a más de 2.000 personas con discapacidad. Ellos son la parte oculta, para muchos la desconocida, pero también ha sido la protagonista de esta difícil situación. “Los residentes eran lo que nos motivaba a trabajar. Días antes de Navidad una usuaria llegó a pedirnos salir para comprar los regalos de sus nietos cuando solo se permitían salidas justificadas para ir al médico y poco más. Esos momentos tan emotivos nos empujaban a hacer todo lo posible para devolverles la normalidad”, relata Vázquez.

La misma sensación era compartida en la residencia pública de Campolongo, en Pontevedra. La directora de este centro, Maite Caneda, cuenta que el momento más alegre era cuando trasladaban el resultado de los cribados que certificaban que no había contagios. Unos minutos de felicidad que pronto se volvían a transformar en incertidumbre. “El ambiente era un tanto solemne, nadie sabía cómo actuar, pero eso nos permitía también ser estrictos y tener mucho cuidado con el contacto y la higiene”. Asegura que tanto familiares como usuarios tenían confianza ciega en las medidas recomendadas y las cumplían a rajatabla. “Lo que peor llevaban era no poder tener contacto con los compañeros que estaban en otros sectores. Eso y no salir a la calle». «Teníamos que ingeniárnoslas para buscar actividades que les ayudaran a tener la cabeza ocupada”, señala, “¡y siempre soñando con irnos a tomar un mojito todos juntos cuando todo acabase!”.

En este centro llegaron a inaugurar una terraza donde los usuarios pudieran tomar el café, aumentaron las meriendas –que antes del covid eran apenas frecuentadas, pero se convirtieron en los mejores momentos de conversación— y los profesionales elaboraban postres caseros para cambiar el menú y permitir que el aire fresco entrara de nuevo en la residencia. “Cuando nos permitieron realizar las primeras salidas a domicilios, tanto familiares como usuarios nos decían que preferían quedarse, que en la residencia se encontraban seguros”, recuerda la directora.

Alejados de amigos y familiares

Si, fueron largos meses en los que los usuarios de las residencias estuvieron alejados de sus familias y amigos, sin contacto con el exterior . “Para mí uno de los momentos más emocionantes fueron las videollamadas que hacíamos con sus familias. La información a ellos y entre ellos se convirtió en uno de los trabajos más fundamentales”, asegura Néstor Peña. Este auxiliar de enfermería en el Cegadi, uno de los centros integrados puestos en marcha por el Gobierno gallego para aislar a los usuarios positivos en covid-19, recuperó su vieja profesión luego de que la pandemia le obligara a dejar a su trabajo como cantante de verbenas sin eventos. “El covid me ha permitido recuperar una vocación apagada que me sirvió para vivir una experiencia inolvidable”, apunta. De hecho, actualmente continúa dedicándose a la enfermería ya desde un hospital. Asegura que afrontó con valentía la oportunidad de trabajar en una residencia en un momento como este. “Había que estar al 200% y no pasaba un día en el que no se te cayeran lágrimas de emoción, pero mereció la pena. Una de mis ilusiones es volver a ver a los usuarios que pasaron por el Cegadi. Me los voy a llevar siempre en el recuerdo”, relata.

Fue una experiencia y un sentimiento que compartieron los trabajadores y usuarios de residencias de las cuatro provincias de Galicia. Xurxo Fernández, director del centro de Castro Caldelas, recuerda cómo durante muchas semanas ellos, los médicos, enfermeros, auxiliares, gerontólogos y el resto del personal de la residencia se convirtieron en el único contacto de los mayores con el exterior. “Supongo que pasar por estos momentos de tensión y estrés, pero también de alegría y confianza, nos unió más a todos”, reconoce.

Los lugares más protegidos de Galicia

Todas estas situaciones forman ya parte del pasado. Se han convertido en historias que contar a nietos y generaciones venideras y esto se debe principalmente a dos agentes. Por un lado los protocolos, los equipos de protección y la vacuna, que han permitido convertir los centros de mayores y personas con discapacidad en los lugares más protegidos de Galicia y poner a cero el contador de casos en residencias, y por otro, a todos los profesionales que día tras día han dado lo mejor de ellos mismos para conseguir que los usuarios de residencia vivieran estos meses de una forma segura, acompañada y tranquila. Además de ser capaces de ofrecerles los cuidados que la edad les exige, fueron el calor humano de una familia. Una gran familia conformada por todas las residencias de Galicia.

Y a esos profesionales debe ir dirigido el agradecimiento de todos, no solo de los residentes y sus familiares y amigos sino de todas las gentes de nuestra tierra. 

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