Conciertos de primavera

Julia Mª Dopico Vale

Llegó la primavera; el momento en que el centro del sol cruza el ecuador celeste en su movimiento hacia el Norte; el momento del “primer verdor” con todos sus ideales de rejuvenecimiento, renovación, resurrección y nuevo crecimiento que experimentamos en este insólito 2020 confinados en nuestros hogares sin poder disfrutar de los días más largos ni del brillo del sol.

Muchos compositores se inspiraron en la transformadora estación del año para crear sus partituras, aún más allá de Vivaldi cuyas Cuatro Estaciones (y en ellas la primavera) constituyen una de las primeras muestras de música descriptiva que ha servido luego de inspiración a otros muchos. Ahí esta la Sonata para Violín Nº 5 de Beethoven, que los críticos y editores convendrían en llamar Sonata de Primavera, por ser quizás su obra más luminosa, transmisora de la felicidad de los primeros años en Viena…; la Sinfonía de Primavera de Schumann, inspirada en el poema de Böttger, en profunda comunión de música y poesía en la más reveladora estética romántica. Las célebres Voces de Primavera, al ritmo del vals de Johann Strauss (II), cuyas fronteras trascienden e impregnan el alma y la memoria colectiva de los pueblos o las impresionistas Rondas de Primavera, la suite sinfónica para orquesta y piano de Claude Debussy, inspirada en la alegoría primaveral del cuadro de Botticelli, imagen de la gloriosa alegría del renacer a la vida. Primavera en la ópera, como en el aria Printemps Qui Commence, del Samson et Dalila de Saint-Saëns (“Primavera que comienzas llevando la esperanza a los corazones amorosos”) y la primavera como fuerza elemental de la semilla, capaz de romper las rocas en la Consagración de la Primavera de Stravinsky con sus ritmos obsesionantes y llamativas disonancias que glorifican la tierra.

Expresiones de primaveras florecidas en la soledad de la estancia y anunciadoras de nuevas esperanzas.